Hoy, 6 de enero, me desperté temprano (7:37 am considerando que es domingo), y me quedé en la cama calientito, pensando y recordando lo que estaba haciendo ese mismo día de muchos años atrás, aunque es necesaria una advertencia: si hay niños leyendo este texto les recomiendo que dejen de hacerlo.
En mi casa los Reyes Magos casi siempre nos traían ropa y los juguetes nos los traía Santa Clós, por lo que la emoción más fuerte la vivíamos el 25 de diciembre y no el 6 de enero. Sin embargo tengo varias anécdotas que me gustaría compartir con ustedes respecto al día de Reyes.
El primer recuerdo que me viene a la mente de los regalos de los Reyes Magos es que cuando llegábamos a casa de mis abuelos paternos el 6 de enero mi abuelo siempre decía: "vayan a ver si los Reyes les dejaron algo de regalo", y curiosamente nos encontrábamos con algún juguete o detalle muy padre. Uno de los que más recuerdo es un robot de cuerda que caminaba solito, estaba padrísimo.
Pero bueno, uno de los recuerdos más padres que tengo de los regalos del día de reyes fue un año en el que les pedimos que nos trajeran de aquellas estampitas que se llamaban "Scratch n' Smell" o algo por el estilo y que, como su nombre lo dice, tenías que rascar para poder oler la fragancia que traían. Los reyes nos trajeron varias planillas de estampas de los más variados olores (recuerdo unas de olor llanta, otras a zorrillo y unas más a chicle), unas para mi hermana y unas para mí, y nosotros después de verlas y presumirlas con los hijos de los vecinos, las guardamos en un álbum fotográfico para que no se gastaran. Es posible que ese álbum todavía esté guardado por ahí con las estampitas, aunque dudo mucho que sigan conservando la fragancia después de 25 años.
Otro recuerdo muy bueno que tengo de esta fecha es de aquellos años en que vivíamos todavía en México DF (yo salí de ocho años de la ciudad). Recuerdo que yo me desperté el 5 de enero en la madrugada al escuchar ruidos y cuando salí de mi cuarto no me atreví a asomarme a la sala, así que me conformé con ver las sombras proyectadas por las personas sobre la pared con las luces del árbol. Para mi sorpresa vi la silueta de una persona con corona, por lo que asumí que eran los Reyes Magos y me regresé corriendo a mi cama muerto de miedo pensando en que si me descubrían despierto igual y no dejaban los regalos.
También el primer día de reyes que pasamos en Xalapa, Veracruz, fue muy memorable. Mi hermana y yo estábamos muy nerviosos en la víspera así que decidimos dormir en el mismo cuarto (ya tenía cada quién el suyo). Estábamos echando mucho relajo sin poder dormir cuando llegó mi mamá a decirnos que si no nos dormíamos los Reyes Magos no iban a llegar. Entonces el nerviosismo se incrementó porque ahora no sólo teníamos que dormirnos pronto (cosa que no podía ocurrir por lo mismo del nerviosismo), sino que no podíamos ser descubiertos por lo que las risas tenían que ser contenidas, lo que aumentaba considerablemente el grado de dificultad. Para no hacer el cuento largo, durante la madrugada yo volví a escuchar ruidos, desperté a mi hermana y le dije pero decidimos no hacer nada por el miedo a que no nos dejaran los regalos. Pasamos una mala noche por los nervios, pero ahora que lo recordamos resulta sumamente gracioso.
Y bueno, el primer día de Reyes en Puebla fue el que mejores recuerdos me deja. Llegamos a Puebla en el 88 y yo contaba con 11 años de edad, y justo es decir que ya conocía la verdad acerca de la coneja de Pascua, el ratón de los dientes, Santa Clós y, por supuesto, los Reyes Magos. Sin embargo, en el fraccionamiento estábamos rodeados de puros niños más pequeños (mi hermana y yo éramos los más grandes), y decidimos utilizar eso en nuestro favor, sobre todo cuando nuestras vecinas Suárez Vela nos decían que en su casa los Reyes Magos le traían regalos hasta su mamá. Total que ni tardos ni perezosos decidimos juntar a toda la palomilla conformada por Majo y Mafer Suárez, Majo y Anita Camacho y Edurne Ortega en nuestra casa para escribir todos juntos nuestras cartas a los Reyes Magos. Menuda sorpresa se llevaron los papás de todas cuando en sus cartas el 5 por la noche, descubrieron que gracias a la influencia de los Garibay, todas habían solicitado que los Reyes Magos les dejaran sus cartas firmadas. Increíble broma que les jugamos ya que tuvieron que ponerse de acuerdo todos y acudir con mi papá para que todas las cartas fueran firmadas por la misma persona en caso de que comparáramos firmas al día siguiente, cosa que seguramente haríamos.
Por supuesto ese año los Reyes Magos regresaron a dejar regalos debajo del árbol en mi casa pero lo mejor de todo fue que cuando nos levantamos ese 6 de enero y salimos al patio a visitar las casas de nuestros vecinos pudimos ver que había restos de paja, alfalfa, zanahorias y cacahuates dejados por los animales de los Reyes (así como una majada de caballo, también dejada ahí). Y cuando llegamos a casa de los Camacho comimos rosca con un delicioso chocolate caliente mientras todas las niñas nos contaban qué les habían traído los Reyes Magos y, desde luego, se ponían a jugar con sus juguetes y comparar las firmas en sus cartas.
Yo por lo pronto me muero de ganas de tener hijos para poder tener la oportunidad de jugar a ser Santa Clós, Melchor, Gaspar y Baltasar así como la coneja de Pascua y el ratón de los dientes, aunque ya vendrá el tiempo para hacer eso.
Por lo pronto les deseo hoy justamente, que pasen un ¡Feliz día de Reyes! y recuerden como yo, esas especiales anécdotas de la infancia cuando recibían sus regalos del día de Reyes junto a su zapato, en caso de que se portaran bien.
SiNfuLjAmEs
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