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Cholulteca. Quesque actor de teatro. Dedicado a la publicidad. Amante de la música (la buena), el vino (el bueno, sobre todo tinto) y la lectura. Y por supuesto, escribir en este blog.

agosto 14, 2007

Mi primer automóvil

Lo recuerdo perfectamente. Tanto como si hubiera sido ayer y ya pasaron 16 añooootes.

Era la mañana de mi décimo sexto cumpleaños. Mis papás me despertaron temprano para felicitarme y darme un regalo muy especial: mi primer auto. Cuando mi papá puso en mis manos las inconfundibles llaves de un auto de la marca Renault, mis ojos bailaron nerviosamente pasando de la cara de mi papá a la de mi mamá a la de mi hermana y de vuelta a la de mi papá, hasta que él atinó a decir: "¿Qué, no lo quieres ver?"

Salimos al patio a verlo y me encontré con un Renault 18 modelo 1982 color azul oscuro metálico con interiores en beige. Era automático y según me dijo mi papá era del abuelo de mis primos que no es mi abuelo: un inglés de nombre Alan que lo utilizaba para ir al club deportivo de vez en cuando. Y para utilizarlo solamente había una condición: tenía que asistir a una escuela de manejo ya que mi papá no quiso enseñarme para que no aprendiera sus "mañas" al momento de conducir.

Esa misma semana me inscribí en la escuela de manejo de la AMA (Asociación Mexicana de Automovilistas). Toda una experiencia: una semana de clases teóricas que incluían un par de conducciones en un simulador de banda dentro del salón de clases (una especie de video juego prehistórico de los cincuentas), y luego una semana de prácticas en los Volkswagen Sedan adaptados que tenían un juego de pedales adicional del lado del copiloto.

Apendí a manejar en esa escuela con la parte teórica bien aprendida y con la parte práctica también dominada. Solamente que le tenía una mala noticia a mi papá: sus mañas ya habían sido absorbidas por su servidor desde mucho tiempo antes nada más de verlo manejar.

En esos tiempos estaba en mi etapa más fuerte de metalero y por esa razón el coche fue bautizado de manera extraoficial como el Renaullico, en honor a la banda creadora del solo de batería a dos bombos. Una de las primeras cosas que hice fue ponerle un par de calcomanías surferas y skateras (las clásicas: G&F y el Shut up and skate!), aunque con el estéreo me tardé más por temor a los dueños de lo ajeno, ya que el coche no era muy seguro puesto que ya había sido abierto cuando lo tenía el dueño anterior.

Pasé miles de aventuras en el Renaullico durante los casi cuatro años que pasé con él, sin embargo guardo tres anécdotas muy presentes que de alguna manera le dieron forma a lo que soy el día de hoy. Y agradezco que el renaultsito no hable, porque de hacerlo seguro me sonrojaría más de una vez con lo que podría él contar. En fín, las anécdotas son las siguientes:


  1. El chiste ensayado. Mi amigo Luis G y yo teníamos ya muy bien montado el númerito y cuando alguien nuevo se subía al coche (especialmente si era mujer), con el auto en movimiento me volteaba literalmente a hablar con las personas que iban en el asiento trasero mientras Luis G tomaba el volante durante unos segundos. Una especie de "nomames" a la inversa. Era una maravilla, sobre todo cuando podía ver sus caras de espanto justo antes de darse cuenta que todo era una broma.

  2. Mi primer fax. Así es, mi primer faje tuvo lugar en el asiento del copiloto del buen Renaullico en un lugar cercano a donde el día de hoy está mi casa, aunque por esos lejanos días existía una pista de moto-cross que entre semana estaba prácticamente olvidada. Y como los caballeros no tenemos memoria y se dice el pecado mas no el pecador, si quieren enterarse con quien fue, se la van a pelar, aunque probablemente ella esté leyendo estas líneas.

  3. La anécdota de cómo perdí un limpiador y sobreviví. Imaginen un día nublado. Imaginen que cuando circulaba por la Recta a Cholula comenzó una gran tromba. Yo, como cualquier otro conductor, encendí mis limpiadores en velocidad media. A los pocos segundos me dí cuenta que no era suficiente esa velocidad y entonces moví la palanca encendiendo la velocidad más alta. Acto seguido la pluma del limpiador del lado del piloto salió volando dejando de "limpiar" el parabrisas y rayándolo de paso. Tuve que hacer una temeraria maniobra para orillarme sin los limpiadores funcionando (para evitar que se siguiera rayando el parabrisas), y poder intentar resolver el problema. Lo hice a medias cambiando la pluma de un lado al otro y levantando el brazo del limpiador del lado del copiloto. Con eso pude seguir circulando pudiendo ver a través de la mitad de mi parabrisas.

En términos de anécdotas en el Renault, la verdad es que podría escribir varias entradas o una tan grande que nadie la leería así que ahí le voy a dejar.

Lo que sí es que cuando lo vendieron fue muy triste porque no tuve ni siquiera chance de despedirme. Un día llgó mi papá para decirme que lo quería meter al taller y que igual hasta lo pintaban (la pintura azul original ya estaba quemada en el cofre y el techo y el color rojo no sonaba nada mal), así que saqué mis cosas y se lo entregué. A la semana y media me dijo que le habían hecho una oferta muy atractiva y que lo había vendido. Así sin más ni más. ¡Ni siquiera tengo una foto de mi primer coche que pueda compartir con ustedes!

Lo bueno de eso fue que pude experimentar el manejar por primera vez una Pick-Up, pero esa historia la reservo para "Mi segundo automóvil".

SiNfuLJaMeS

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