Bueno, no hay que ser tan dramáticos. La verdad es que sólo pasé algunas horas pero se me hicieron eternas. Pero bueno, empecemos con el principio...
Resulta que hace unos días comencé a sentir mi estómago extraño. Comenzó con ciertos dolorcitos espaciados que no llamaron mi atención hasta que el domingo, después de la peda de Cheque, me sentí realmente mal. Claro, asumí que estaba crudo y me valió madres. Todavía el lunes por la noche fui al teatro y antes de entrar me comí un delicioso helado natrual de mango (de la Michoacana), y empecé con molestias más fuertes sin razón aparente.
Sin entrar en detalles diré que detecté que estaba obrando de color oscuro y eso siginificaba presencia de sangre. Como siempre, traté de minimizar el hecho pensando que era algo aislado y que no ofrecía mayor peligro. Por las noches me daba reiki pensando en resolver el problema sin notar que había más cosas detrás.
Sin embargo el pasado viernes me levanté como siempre, me desayuné mi sandwich de jamón con queso y, a medio día me tomé una Coca-Cola. Esta rutina la he repetido muchos días de oficina sin mayores contratiempos pero ese día no fue igual. Al rededor de la una de la tarde me empecé a sentir realmente mal del estómago y terminé por ir al baño a devolver la coca que me había tomado.
Saliendo del baño me sentí un poco mejor. Recalco el un poco. Llegué a mi lugar y empecé a sudar como preparatoriano antes de un extraordinario que condiciona su asistencia a la peda de graduación (osea un chingo). Me salí un momento a tomar aire y me sentí mejor. Tenía una maratónica junta de 4 a 7 de la tarde (si, en viernes, no tienen madre), con DDB y mi jefe se había ido a comer con Daniel y Pedro (el CEO de Mediacom, la agencia de medios), por lo que tenía que esperar a que regresara para poderle perdir permiso de irme a mi casa debido a mi malestar.
Total que para cuando regresé a mi lugar sentí unas incontenibles ganas de ir al baño y fui. Cuando me estaba preparando para salir del baño me empecé a sentir muy mareado, al grado que tuve que sentarme apenas saliendo esperando que alguien conocido me echara una mano pero no pasó nadie. Después de tranquilizarme un poco me regresé a mi lugar todavía un poco mareado y tan pronto me vió Belén me alcanzó en el pasillo para llevarme a mi lugar diciéndome que estaba transparente.
Belén muy atenta me puso alcohol y se propuso llevarme al servicio médico en planta. Yo siempre he desconfiado de los médicos (con contadas excepciones, aunque ese es tema para otra entrada sin problemas), pero ese día sentí que TENÍA que ir. Total que me llevó a Urgencias de Cubo 3.
Cómo me vería el doctor que cuando me estaba preguntando que si tenía consulta me vió y me dijo "pásale por acá", y pasamos directito a las camas. No piensen mal, sólo me oscultó con ropa y todo.
Me hizo el chequeo de rigor: presión arterial, temperatura y las preguntas clásicas que empiezan con el "¿Qué le pasó?", aunque por un momento me sorprendió con un: "¿es usted diabético?". La verdad es que no lo sé, pero esperaba que no, sin embargo como me vio dubitativo pidió que me hicieran una medición de azúcar y ese fue el primer piquete. Total, su consejo fue que me quedara un rato ahí porque aunque me veía muy débil y ya después veíamos qué haríamos conmigo.
Después de algunos minutos en los que aproveché para hacer algunas llamadas desde la cama, el doctor vino por mí para llevarme a su consultorio. Tan pronto entré me dieron ganas de volver el estómago de vuelta y cuando lo hice (en el baño, no crean), sí me espanté. Resultó que vomité sangre de color negro por lo que cuando salí del baño el doctor me esperaba con una jeringa preparada, lo que se convirtió en mi piquete número dos.
Al ver que había vuelto el estómago por segunda vez sin haber comido nada el doctor me informó que había solicitado un análisis de sangre más profundo, que me había inyectado una solución para evitar más naúseas y vueltas de estómago y me dio una cápsula para recubrir el estómago. También me comentó que iba a pedirle a Belén que se marchara porque me iba a tener que quedar un poco más de tiempo.
Total, en ese ínter me vinieron a sacar sangre, lo que se convirtió en el piquete número tres del día y me mantuvieron en reposo otro rato ahí. Cuando finalmente vino el doctor por mí ya tenía los resultados del análisis de sangre, aunque no tengo idea de cuánto tiempo pasó. Me llevó de nuevo al consultorio y me estaba contando algo de leucocitos cuando perdí el conocimiento. Cuando volví en mí estaba rodeado de doctores y estaban pidiendo una ambulancia. Ahí me informaron que me iban a llevar al hospital y que estaría por lo menos un día en observación. Me preguntó el doctor cuando estaban ajustando las correas de la camilla, si tenía algún seguro o se mi llevaban a San Alejandro, al hospital del Seguro Social. Fue ahí cuando me menté la madre por no haber comprado mi seguro de gastos médicos mayores.
Recuerdo perfectamente el traslado: estuve consciente todo el tiempo hablando incluso con el camillero. Fue incluso durante el traslado que le hablé a mi papá para decirle que me llevaban al hospital, aunque en ese momento no quería que fuera porque pensé que iba a llegar y me iban a dar de alta. Ja! ¿Así o más iluso?
Cuando finalmente llegamos al hospital me dieron ingreso, me pidieron que me pasara a la camilla del hospital y me ubicaron en el cubículo número 5, aunque tenía un papel encima con el número 10 (osea que en donde cabe uno, caben dos, básicamente), junto a un chavo que tenía una hernia inguinal y que tenían con suero, aunque su intervención estaba programada para el otro día. En el inter llegó mi papá lo cual me tranquilizó al instante y afortunadamente me llevó una botella de agua porque estaba sediento al extremo.
Me oscultó un médico del hospital que me hizo las mismas preguntas del anterior con una variante: me cuestionó acerca de cuál era la clínica del seguro que me correspondía. Cuando le contesté que Cholula me empezó a regañar que entonces por qué había ido a San Alejandro. Se calmó cuando le dije que había perdido el conocimiento y que me llevaron en ambulancia, aunque cuando se fue no lo noté muy convencido. Cuando se fue el doctor dieron de alta a mi compañero así que me quedé solo en ese cubículo.
Entonces llegaron las únicas personas amables del hospital: las enfermeras. Un par me colocaron los instrumentos para hacerme un electrocardiograma porque mi ritmo cardiaco estaba un poco errático, decían. Nos divertimos un rato cuando trataron de colocar los chupones en mi velludo pecho, aunque al final lo consiguieron sin necesidad de rasurarme. Les dije que alguien muy especial se los iba a agradecer y se rieron bastante.
Después llegó otro par de enfermeras a colocarme el suero y a sacarme una muestra de sangre. Ellas sí me rasuraron el brazo para poder colocar la aguja pero sobre todo, me comentaron, para evitar que al momento de retirarla me depilaran y el dolor fuera mayúsculo. Les pedí que fuera en el brazo izquierdo puesto que el derecho era el que ocupaba para escribir y pintar y me dijeron que con la condición de que les llevara un dibujo. Me siento culpable por eso porque obviamente no lo haré, pero en ese momento les dije que sí.
Cuando ya tenía el suero colocado me movieron al cubículo 31, aunque en realidad había sido el 16 originalmente. Era un cubículo que estaba en esquina y para que se den una idea, tuvieron que mover las dos camillas de los cubículos que estaban al lado del mío para que pudiera entrar la mía. Obviamente una vez adentro no había mucho espacio de maniobra por lo que creo que es prácticamente imposible que ahí pongan a dos personas, aunque de cualquier manera estaban colocados con papel blanco y el número pintado con plumón los letreros de 30 y 31.
Cuando llegué a "mi" cubículo ya eran las 6:30 y se suponía que a las 7 se terminaba la hora de visita así que esa media hora se me pasó como agua. Al principio me quería hacer el valiente y le dije a mi papá que se fuera, pero cuando se acercaba la hora de salida me empezó a entrar el pánico. Al final puse mi mejor cara y le dije a mi papá que nos veíamos a las 11, en la siguiente hora de visita.
Tan pronto se fue quise entretenerme hablando por teléfono (sí: me dejaron mis dos celulares que aunque me fueron de mucha ayuda, no entiendo aún cómo lo permiten), pero fue peor. Las llamadas que hice me pusieron un poco más intranquilo y cuando colgué me entró un ataque de claustrofobia: sudaba copiosamente y estoy seguro de haber tenido fiebre porque estaba pensando cada locura que no saben.
Media hora más tarde pasaron a avisar que se había acabado la hora de visita y finalmente el lugar se tranquilizó. Fue entonces cuando pude dormir un poco pero a ratos y con sueños super locos.
Para no extenderme más les diré que como a las 10:30 pasó la doctora a decirme qué pasaba conmigo y qué podríamos hacer. Lo que me dijo es que tenía una úlcera aunque no sabía dónde y la úlcera me había ocasionado una anemia por la pérdida de sangre, y que para saber en dónde estaba localizada y qué tan grande estaba era necesario hacerme una endoscopía. También me comentó que el aparato no estaba disponible sábados y domingos por lo que tendría que quedarme en el hospital hasta que el lunes me pudieran hacer el estudio. Y cuando le pregunté si me podrían subir a los cuartos me comentó que había 30 personas antes que yo, por lo que no era probable que me pudieran subir (recuerden que estaba en urgencias todavía).
Después le pregunté que si me podía retirar y regresar el lunes, pero me dijo que no me podía asegurar que tuviera lugar el lunes puesto que no entraría por urgencias. Total que sí podía darme de alta voluntaria puesto que no me veía tan mal, pero que no me lo recomendaba y de todos modos eso lo tendría que decidir a las once de la noche, después de que terminara la ronda.
Cuando llegó mi papá y después de sopesar las opciones con él decidí que me iba a dar de alta voluntaria y buscar una opción privada el sábado para hacerme el estudio.
Y cuando pensé que el martirio había terminado me di cuenta que no. El calvario para salir nos llevó más de una hora en la que mi papá tuvo que ir con la trabajadora social que le hizo firmar unos documentos que absuelven al hospital de cualquier responsabilidad, me visitó un doctor para advertirme que si me iba no me podrían dar incapacidad y todavía tuvieron el descaro de decirme que si me quedaba ya tendría cuarto y podría estar más cómodo.
Al final permanecí firme en mi decisión, les agradecí todas las atenciones y me retiré. Y como dato adicional les cuento que el lunes me hice la endoscopía y resulta que tengo una úlcera en el duodeno (el inicio del intestino delgado), además de una colonia de bacterias en el estómago. Estoy en tratamiento medicinal y creo que ahí la llevo, pero por lo pronto sobreviví a mi primer día en un hospital y ya no de visita.
SiNfuLJaMeS
5 comentarios:
Grax por tu comentario.. tienes razon en lo del miedo...
lo ke me keda clarisimo es ke es algo pasajero... estoy totalmente en contra de dejar ke el miedo domine mi vida.. por k al final no voy a vivir ni disfrutar nada... por el momento es complicado mi sentimiento... pero se ke eventualmente lo pasaré y todo será mejor.. y bueno al final la decision de como kiero ke salga todo.. se ke es mia...
un abrazo
cuidate mas wey!!
fer
vaya pato aventuras las tuyas... en fin... Salud!!
y bueno, en realidad opino que si deberias llevarles sus dibujitos a las enfermeras... a fin de cuentas, eran las mas "lindas" de todo tu sequito de seguidores, no?
Esa ulcera fue por chupar??
echale un ojin a http://kevinoonline.blogspot.com/2008/02/dolor-de-estomago.html
Tengo un amigo que le paso algo muy similar... bueno mas o menos el wey se fue a operar a la clinica mas pinche que encontro. Se opero de una hernia el 10 de enero y hoy es tiempo que sigue en el hospital.
Cathya: es un comentario para tener toda una conversación. Pásame tu msn, no?
Fer: pues si, eso es lo que hay que hacer al final.
Mr. Kite: aunque lo he contemplado, ni siquiera estoy seguro de poderlas reconocer así que el esfuerzo creo que sería en vano.
Kevino: No, no fue por chupar, pero eso lo agravó. La verdad es que todo es cuestión de canalizar correctamente el estrés, comer adecuadamente y no caer en excesos con el acohol. Mal pedo por tu cuate pero la moraleja es clara: mejor un seguro de gastos médicos que no necesites a necesitarlo y no tenerlo.
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