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Cholulteca. Quesque actor de teatro. Dedicado a la publicidad. Amante de la música (la buena), el vino (el bueno, sobre todo tinto) y la lectura. Y por supuesto, escribir en este blog.

octubre 21, 2007

Justicia divina

Existe un Dios que lo ve todo, que es justo y que además le gusta castigar a los tramposos (además de que presiento que tiene una predilección, al igual que yo, por la escudería Ferrari).

O por lo menos eso pareció hoy que se definió la temporada de automovilismo de la Fórmula 1 ya que de los tres pilotos que peleaban el título, lo obtuvo el menos probable: Kimi Raikkonen.

Después de un incierto comienzo en las pruebas de calificación del viernes por parte de Raikkonen, el sábado se sobrepuso para salir en la segunda línea. Su principal rival, Hamilton hizo lo propio y, aunque estuvo a punto de ser castigado por utilizar un juego de neumáticos extra todo quedó en una multa y se quedó en la segunda posición de salida detrás de Felipe Massa y con amplias posibilidades de convertirse en el primer novato campeón en la Fórmula 1.

Raikkonen hizo las cosas bien durante toda la carrera: pasó a Hamilton en la primera vuelta y el 1-2 de Ferrari comenzó a despegarse del tercer lugar que tomó Alonso, hasta que faltando 17 vueltas para el final tomó la punta que no dejó más. Con esto se originaron una serie de posibles combinaciones que al final le pusieron más emoción a la definición del campeonato.

Hamilton hizo una carrera de contrastes ya que aunque tuvo un despiste y problemas con el monoplaza, logró sobreponerse y se quedó con el 7° sitio, que lo dejó a un punto de Raikkonen en el campeonato. Alonso tuvo una carrera mediocre que culminó con su tercer lugar, que lo dejaba fuera de toda oportunidad para pelear el campeonato.

Así, el vikingo finlandés, el frío piloto número uno de Ferrari, se proclamó ganador de la carrera en el Gran Premio de Brasil y se coronó campeón. Un justo premio al esfuerzo del piloto durante todo el campeonato y su escudería, pero también un duro golpe en el orgullo del asturiano Alonso, del británico sensación Hamilton y del dueño de la escudería McClaren-Mercedes, Ron Dennis que hace unos meses fueron señalados como culpables de espionaje en contra de la escudería del caballo rampante.

Me quedo tranquilo de saber que por lo menos en esta ocasión se hizo justicia, aunque fuera de los juzgados, y que el campeón fue un piloto de Ferrari después de la era de Schumacher. No me hubiera molestado que ganara Hamilton (creo que su frescura y humildad le vienen bien a un deporte que de por si es mamón), pero que ganara el orgulloso Alonso era demasiado.

En fin, duermo tranquilo: Dios existe y es justo.

SiNFuLJaMeS

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