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Cholulteca. Quesque actor de teatro. Dedicado a la publicidad. Amante de la música (la buena), el vino (el bueno, sobre todo tinto) y la lectura. Y por supuesto, escribir en este blog.

julio 09, 2007

Extrañando a Lucas



Hace cuatro días empecé a escribir mi blog. Hace siete días mataron a mi gatito. No podía escribir acerca de él, porque las lágrimas me lo impedían, sin embargo se lo merece así que hoy me las aguanto.

Yo casi siempre tuve perros como mascotas, aunque también he tenido muchos gatos. Mi primera nana fue un seter irlandés que había en casa de mis abuelos maternos. Me acuerdo que se llamaba Simba y que cuando tenía un año me montaba en él sin que me hiciera nada.

Cuando nos fuimos a Xalapa, Veracruz adoptamos a Shanty: un macho Cocker pelirrojo que mi tío nos regaló porque se cansó de que el perro le orinara el traje cuando lo saludaba por las mañanas. Shanty tuvo dos parejas Cocker en diferentes momentos: la primera fue Reyna, una chaparrita y gordita muy graciosa que murió atropellada un día que se le escapó a mi papá, aunque siempre nos hizo creer que se le había escapado y no había regresado; la segunda fue Sherry, otra perrita también chaparrita pero mucho más graciosa que Reyna y mucho más traviesa. Sin embargo cuando nos venimos a vivir a Puebla, en la nueva casa no teníamos posibilidad de tenerlos así que se quedaron en Xalapa con la sirvienta. Recuerdo que cuando me despedí de ellos lloré un poco y ellos no entendían qué pasaba.

Ya en Puebla, como no podíamos tener perros y teníamos un problema de ratones debido a los terrenos valdíos cercanos a la casa, tuvimos gatos. El primero se llamó Ronnie. Un gato blanco con el lomo naranja atigrado. Era un huevón pero lo quisimos mucho, hasta que un día se fue de parranda y no regresó.

El segundo fue Ringo. Él fue el verdadero rey de la casa (y me atrevo a decir que del fraccionamiento): un gato pardo con la panza blanca muy coqueto. Era bastante carismático y echaba relajo con todos los que lo conocían: incluso algunos de los vecinos ya le tenían su comida por si iba de visita a media mañana fingiendo que no le habíamos dado de comer. Sin embargo a Ringo alguien sin corazón y sin conocerlo lo envenenó y se murió en mis brazos.
Cuando se murió Ringo el veterinario nos regaló uno muy parecido al que llamé Floyd, pero estaba tan chiquito que no sobrevivió ni un día.

Durante el reinado de Ringo, mi mamá adoptó una gatita persa chiquita y naranja, muy asustadiza. Un día se le cayó el pelo exceptuando el de la cabeza y las patas. Se veía graciosa/desagradable y se me ocurrió que podría llamarse Chernobyl, por parecer desecho radioactivo. De sobra está decir que obviamente no era santo de mi devoción, así que cuando se fue, yo no la extrañé.

Después llegó Tino. Era un gato macho de color negro que le regalé a la que en ese entonces era mi novia (Paty), para que se acordara de mí cuando me fuera a estudiar a Querétaro. Todo iba muy bien hasta que su mamá lo descubrió y nos corrió de la casa a los dos (a Tino y a mí, obviamente). Después me dejaron regresar, pero sin gato. Por eso en mi casa lo adoptaron.

Teniendo a Tino, a mi mamá le regalaron a Karmina, una perra ratonera medio loca. Y los dos se llevaron bastante bien. Claro, creo que a la fecha Karmina sigue manteniendo algunas costumbres que adquirió de Tino, como querer correr por el lomo de los sillones o lavarse el cuerpo a lengüetazos. Sin embargo un día Tino se fue para no volver, aunque como yo estaba en Querétaro, la verdad es que ni lo sentí. Y Karmina se quedó sola en la casa de mis papás, en donde sobre vive hasta hoy.
Sin embargo todas esas mascotas fueron de la familia y aunque en algunos casos yo me consideraba muy cercano a ellas, finalmente nunca tuve una mascota que fuera sólo mía.

En el 2005 me salí de mi casa a vivir solo y me fui a una casita en Camino Real a Cholula (por atrás de la UDLA). En abril del 2006 me casé con Gaby y se pasó a vivir a la misma casita que ya rentaba, aunque después de darle una gran retocada (a la casa).

Fue entonces cuando hace un año finalmente me convenció de adoptar un gato. Yo estuve de acuerdo si se trataba de un macho y obviamente me tardé más en decir que sí que en lo que ya teníamos un gato en casa. Sinatra es una cruza de siamés con algo más, por lo que parece siamés en casi todo (incluso tiene los ojos vizcos), pero tiene las patas blancas y en la cara tiene unas manchas blancas también. Los ojos azules y el género, me sugirieron nombrarlo así, hasta que descubirmos que no era Frank, sino Nancy, y entonces el nombre perdió todo el encanto.

Y la manera de confirmar lo errado que estábamos con respecto al género fue de lo más grotesco que se puedan imaginar: su galán se la echó sobre mi cama justo cuando yo dormía en ella (mi mujer estaba de viaje). De esa relación, Sinatra quedó embarazada y el 22 de diciembre del año pasado nacieron siete gatitos, de los cuales sobrevivieron seis. El papá era pardo y los hijos salieron de chile, de dulce y de manteca. Había uno casi blanco, dos iguales a la mamá, una pardita con la panza blanca, uno pardo igual al papá y uno negro.

Fuimos colocando a todos uno a uno en casas donde los quisieran hasta que sobró el negro, que por cierto era muy juguetón y amigable. Por estas razones y porque ése sí era macho, decidimos quedárnoslo llamándolo Lucas, así que se convirtió en el Gato Lucas de color negro, compañero de juego de Sinatra.

Lucas era demasiado inquieto y eso no le hizo ninguna gracia a Sinatra, la mamá, que se volvió más huraña y menos cariñosa. Al final tomamos una decisión drástica pero necesaria: decidimos regalar a la mamá para que se fuera a una casa que tuviera mucho más jardín. Influyó también el hecho de que estuviera preñada de nuevo, aunque a los nuevos dueños lejos de desagradarles, les encantó la idea.

Así nos quedamos solamente con Lucas, que era un gatito muy chillón pero también muy cariñoso. Era algo muy característico llegar a la casa y escucharlo maullar a todo pulmón como reclamándonos por haberlo dejado sólo, aunque sólo fuera por haber ido al coche y regresar. También maullaba cuando escuchaba el despertador como diciendo: "déjenme dormir", aunque luego entendió para qué era el despertador y empezó a ganarle la chamba, despertándonos mucho más temprano de lo que el aparato lo hubiera hecho. Mi mujer estaba convencida de que cada que maullaba platicaba, pero que era como esas personas que hablan con voz muy chillante y además, gritando. Con todo y todo lo extrañamos mucho.
La noche que murió salió, como de costumbre, a perseguir gatas en la cuadra. Lo llamó mi mujer para que se metiera como a las 11:30 de la noche pero no hizo caso así que nos fuimos a dormir. No era la primera vez que pasaba la noche de parranda, aunque nunca le había pasado nada. Como a las 3:30 am mi mujer se despertó cuando lo oyó maullar y se asomó por la ventana. Yo me asomé también justo para ver un par de perros callejeros alejarse del lugar. Cuando bajé a ver qué había pasado lo vi tirado en la calle sin maullar y entendí que estaba muerto.

Todavía quiero seguir escuchándolo maullar cuando llego a la casa aunque más de una vez lo callé a gritos porque me desesperaba. Todavía quiero que me despierte por las mañanas aunque sea más temprano de lo que había planeado. Todavía quiero que llegue a jugar cuando estoy viendo la tele o que me reclame por dejar la puerta del baño cerrada cuando me meto a bañar impidiéndole la entrada. Todavía por las noches me acuerdo de él y unas lágimas terminan en mi almohada.

Creo que nunca lo vamos a olvidar, y eso es lo menos que se merece. Y como dice mi mujer a manera de despedida: "Adiós Lucas, te queremos.".

4 comentarios:

In my life_Gaba dijo...

Es cierto, nunca lo vamos a olvidar aunque fuera tan pingo como era... yo también derramo una que otra lágrima en las noches, y en las mañanas y cuando leo cosas como estas! Gracias por hacerlo inolvidable, gracias por ser tú.

Anónimo dijo...

Mai...

Siento mucho lo que le sucedió al Lucas. Entiendo perfectamente como te sientes porque así como tú, yo también tuve mascotas toooda mi vida y una que otra ha seguido el camino del buen Lucas... or is it the other way arround?

Te mando un abrazo y otro para Gaby.

Anónimo dijo...

Lo siento mucho. Ya ha pasado tiempo y es la primera vez que leo tu blog, pero sé qué es algo que no se olvida. Yo también pasé por las mismas: tuve un gatito negro (qué coincidencias) y se salió a la calle y también logré ver cómo los perros de mis vecinos lo mataban. Me enojé tanto que agarré el cuerpo del gatito (que se llamaba Lucio) y le fui a reclamar a la vecina a gritos, amenazándola que si volvía a dejar a sus perros en la calle yo no respondía. Y estuve a punto varias veces de pasar por encima de ellos cuando los veía echadotes en medio de la calle (pero me contuve, digo también es su instinto perseguir y matar gatos si pueden).
Nunca se olvidan a los bichos, aún cuando han vivido tantos de ellos con nosotros, no?
Saluditos :)

SiNfuLJaMeS dijo...

Muchas gracias a Gaby, a Tintoreto y a Marisol. La verdad es que fue un proceso difícil y me hizo pensar muchas cosas. Todavía hoy que les escribo estas líneas la tristeza regresa y las lágrimas quieren salir, pero por otro lado también estoy más tranquilo.